miércoles, 29 de mayo de 2013

Carrera del Hoz 2013. La carrera de las mil carreras.

Un año más todo dispuesto y preparado, ¡la edición 26!. Cambio de fecha del rodal habitual y conjurada con la meteorología para disponer de unas condiciones casi perfectas para la disputa de la prueba. Las caras habituales, tanto conocidas como no, de corredores populares casi en su totalidad, formaban el elenco de esta clásica de la ciudad de Cuenca. La primavera con sus precipitaciones, el brotar de la vida en el campo y la majestuosidad de la Hoz del Huecar nos obsequiaban con un recorrido de maravillosa belleza.
Próxima la hora de salida, el lugar se llenaba de incesantes correteos sin dirección de aquellos que querían poner sus máquinas a punto. Saludos, choques de mano, cruce de sonrisas... la plaza de España de Cuenca era de nuevo el punto de reunión del atletismo popular. Dispuestos todos bajo el arco y arropados por el calor humano, los latidos marcaban los últimos segundos.  Tan solo  restaban esos 14750 metros para la consecución de nuestros sueños. Porque en mi opinión esta carrera es lo que es, una carrera de mil carreras. Las que cada uno que la disputa ha soñado la noche anterior. El acierto, el equívoco, el subir al cajón, el arañar unos minutos, el disfrutar con tus compañeros, el terminarla...
Este es el tercer año consecutivo que la disputo y aunque ahora soy "motañero" creo que no dejaré de participar nunca. En esta ocasión salí de las primeras posiciones, me sentía raro, muy raro. ¿Qué hago yo entre tanto máquina?. El pistoletazo apenas se escuchó y sin darme cuenta estaba en marcha. La estrategia acordada con Chema  era ser conservador en la primera parte para acometer las rampas de subida con garantías y poder apretar después. Nos unimos a Eduardo Priego casi desde el inicio y se impuso un ritmo un poco fuerte para mi, pero iba cómodo. Caían los kilómetros y nos acercábamos a las primeras pendientes pronunciadas, porque subir no dejas de subir desde la primera zancada. Mi patata andaba un poquito justa de vueltas y es cuando decidí aflojar y reservar. Chema y Edu se alejaban poco a poco. Coroné la subida rescatando a un compañero montañero que andaba "apajarado". Estabilizamos a un ritmo cómodo hasta llegar al barrio del Castillo y dispusimos la bajada. Justo de fuerzas andaba, pero las sensaciones eran buenas. Bajé con zancada larga tratando de recuperar y llegar al puente de la Trinidad con fuerza suficiente para apretar en los últimos metros. Así fué, Calderón de la Barca supuso una de esas últimas series que se hacen en la pista y en la cual lo has de dar todo. El crono se paró en 1:12:25, nunca antes había corrido tan deprisa. 
Ya en meta charlando con la gente se podía ver las caras satisfechas. Porque en esta carrera, aunque no cumplas con tu objetivo, siempre te queda el sueño de haberla realizado.